Elisabet Lann, nueva ministra de Sanidad de Suecia, se desmaya en rueda de prensa horas después de su nombramiento

Un inicio abrupto: desmayo, pausa y retorno frente a las cámaras
Horas después de jurar el cargo, Elisabet Lann, nueva ministra de Sanidad de Suecia, se desplomó durante una rueda de prensa en Estocolmo. El episodio ocurrió el martes 9 de septiembre de 2025, mientras respondía preguntas junto al primer ministro Ulf Kristersson y la vice primera ministra Ebba Busch. En las imágenes, Lann escucha con atención, se inclina hacia el atril y cae al suelo. La secuencia se difundió con rapidez en redes sociales.
Busch fue la primera en acudir, la giró de lado y pidió ayuda. Miembros de seguridad y personal del Gobierno se acercaron de inmediato. La ministra permaneció unos instantes inconsciente y fue evacuada de la sala para ser examinada. Más tarde regresó por su propio pie y habló ante los periodistas: no fue un episodio «normal de martes», dijo, y lo atribuyó a una bajada repentina de azúcar en sangre. Informaciones posteriores apuntaron a que no hubo lesiones de importancia.
La sala quedó en silencio y el acto se detuvo varios minutos. El equipo de prensa reorganizó la comparecencia y reanudó la ronda de preguntas ya con Lann de vuelta, serena y con el mensaje político que había preparado: la sanidad sueca tiene estándares altos, sí, pero las listas de espera son el gran problema. En su primera intervención subrayó la necesidad de una sanidad «más equitativa» y con mayor dirección desde el Estado.
¿Qué significa una bajada de azúcar para un adulto sano? La hipoglucemia puede aparecer tras horas sin comer, estrés, deshidratación o una combinación de todo. Los síntomas típicos son mareo, sudor frío, debilidad y, a veces, desmayo. En un entorno de focos, calor y tensión, no es extraño que el cuerpo pase factura. Las recomendaciones suelen ser simples: hidratación, descanso y control de la glucosa. La ministra retomó la agenda tras recuperarse, un gesto que buscó transmitir normalidad.
El incidente eclipsó, por momentos, el contenido de la rueda de prensa, pero también dejó una imagen política: unidad en la mesa de Gobierno y reacción rápida del equipo. En redes, los comentarios mezclaron preocupación por el estado de la ministra y elogios a la intervención de Busch, una de las figuras más visibles del Ejecutivo.
El reto de Lann: listas de espera, control estatal y una herencia compleja
Lann llega al puesto tras la salida de Acko Ankarberg Johansson, que dejó el Ministerio tras tres años, abandonó su escaño y renunció a presentarse a las próximas elecciones. Johansson se despidió agradecida por el trabajo con el Partido Demócrata Cristiano, su formación. La sucesora pertenece al mismo partido y acumula trayectoria en política sanitaria: trabajó como alta funcionaria en la Cancillería y participó en la investigación sobre la responsabilidad en la atención sanitaria, un debate clave en Suecia.
Ese debate es concreto: hoy, las 21 regiones gestionan la sanidad, y la coordinación con el Estado genera tensiones. Las demoras en cirugía programada, atención primaria y consultas especializadas llevan años fuera de los objetivos marcados. En varias regiones, la garantía nacional de tiempos máximos se incumple, sobre todo en patologías no urgentes. Con todo, el nivel técnico y clínico del sistema sigue siendo alto, un contraste que alimenta la presión política.
Los Demócrata Cristianos abogan desde hace tiempo por reforzar el control estatal para homogeneizar la atención y corregir desigualdades entre regiones. Lann repitió esa idea en su primera comparecencia: «transición hacia una sanidad equitativa». En términos prácticos, esto implica más palancas desde el Gobierno central para fijar estándares, dirigir inversiones y exigir resultados. La disputa no es menor: supone redefinir el equilibrio entre autonomía regional y liderazgo nacional.
El telón de fondo es un sistema exigido por varios frentes. Falta de personal en áreas críticas, jubilaciones próximas entre médicos y enfermeras, presión creciente en salud mental y urgencias, y una demanda que no deja de crecer. La pandemia dejó listas de espera infladas, y la recuperación ha sido desigual. Digitalización y triaje avanzado han aliviado algunos cuellos de botella, pero no han resuelto el problema de base: capacidad y coordinación.
¿Qué puede hacer el nuevo equipo? En los próximos meses se esperan medidas centradas en tres ejes: reducir tiempos de espera, reforzar primaria y estandarizar procesos entre regiones. Esto suele traducirse en más financiación condicionada a resultados, compra de capacidad adicional donde falte (público y concertado), y cambios de organización para liberar tiempo clínico, por ejemplo, descargando tareas administrativas.
También asoma otro frente: la transparencia. Publicar datos comparables, por hospital y por región, con metas claras, es una herramienta que el Gobierno quiere usar con más fuerza. Para que funcione, necesita indicadores simples, auditorías y consecuencias cuando no se cumplen objetivos. Es la vía rápida para generar presión sin una reforma legal compleja, aunque no sustituye cambios más profundos.
La política del día a día no da tregua. Lann deberá negociar con los líderes regionales y con los grupos parlamentarios que sostienen al Gobierno. El primer ministro Kristersson busca resultados visibles antes del próximo ciclo electoral. La vice primera ministra Busch, líder de los Demócrata Cristianos, ha defendido durante años una mayor dirección estatal de la sanidad; ahora, su partido tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de convertir ese discurso en gestión.
El episodio de salud de la ministra, por llamativo que haya sido, no cambia el calendario. En las próximas semanas, el Ministerio prevé concretar un plan con hitos y seguimiento estrecho. Si logra recortar tiempos de espera en ámbitos sensibles —cáncer, traumatología, oftalmología y primaria—, habrá una narrativa potente para el Gobierno. Si tropieza, el coste político puede ser alto, porque el problema es visible y afecta a cientos de miles de pacientes.
Más allá del susto, el arranque deja una imagen clara: una ministra que vuelve al atril para dar explicaciones y un Ejecutivo que quiere exhibir control del relato. La presión real, sin embargo, estará en quirófanos, centros de salud y salas de espera. Ahí se medirá si la “equidad” prometida se nota en la vida de los pacientes y no solo en los discursos.