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Bayonetta es una explosión, un placer jugable y adictivo, elegante y construido para satisfacer al jugador. Sadismo, sensualidad, violencia, coreografías a lo magical-girl, mucho estilo y muchos golpes. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien con un juego que se presentaba con el logo de SEGA y me permitía recoger anillos.

Bayonetta, pese a lo que pueda parecer a simple vista, es un juego muy retro. Retro en la manera de acercarse al jugador, de presentar a los enemigos y de desarrollar las fases, también porque plantea la sorpresa desde su poderosa jugabilidad que se nos regala desde el inicio del juego. Esto no va de comenzar con combos ridículos que ganan en continuidad y poder a medida que avanzas, esto consiste en dominar desde el principio un sistema de combate complejo y hacerlo aún más destructivo y refinado con tus nuevas adquisiciones.

Comenzar introduciendo la historia que rodea a Bayonetta sería un error, porque intentar aportar una trama interesante es el gran defecto del título; es insulsa y nos somete, en demasiadas ocasiones, a charlas interminables que ni nos importan ni nos aportan nada. La bruja dice tener un pasado oscuro y olvidado, los enemigos que aparecen para pararle los pies son ecos del mismo, así como su Némesis mitad Dante mitad Kefka y el resto de endemoniados ángeles que abatir. Nos da igual tu vida anterior, querida; y mucho menos cuando tu presente es tan rico.

La bruja desprende una sagaz e irónica oscuridad dentro de un marco tan brillante. Nosotros somos el peor de los males, no los enemigos a los que nos enfrentamos. Bayonetta es la sombra del juego y nuestros rivales la luz a apagar con nuestros puños, patadas, garras y pelo. El aspecto visual del juego es sencillamente sublime, un título muy friki lleno de luz, brillo y colores propios de un pergamino de siglos pasados. Todo lo que nos encontramos encierra una pureza con una llave para abrir las puertas del pecado: caras angelicales en cuerpos terroríficos, dulces sonrisas gobernando monstruos y buenas intenciones capitaneando dragones con tendencia a escupir meteoros. Los escenarios donde se enmarcan nuestras acciones rezuman una belleza de siglos pasados, una tranquilidad de roca y armonía que nuestra bruja se encarga de destruir con sus continuos chascarrillos, poses grotescas y guiños perfectos, ella es un revulsivo poderoso que no conoce fronteras, ella es fuerza y magia; y sus pasos el camino trazado para mostrar su pasión al mundo.

Pocos títulos han sido capaces de hacerme llegar la sensación de ser fuerte, de que realmente las chulerías que hacen acto de presencia en las escenas de corte se materializan sin problemas cuando tomo los mandos. He jugados a Devil May Cry, a God of War y recientemente he catado la poco inspirada demo de Dante´s Inferno. En todos ellos me ha poseído la sensación de que en el papel soy fuerte pero que cualquiera puede pegarme; no a la bruja de Platinum Games.

El brillante combate necesita de cinco botones, dos de ataque, dos de apoyo y uno para saltar. El ataque consta de un botón para golpes rápidos, ejecutados con los puños o el arma equipada que tengamos en ellos, y otro botón para los fuertes, capitaneados por unos poderosos tacones de aguja armados. Con la combinación de ambos, podremos realizar una infinidad de combos vivos. Cuando me refiero a vivos, quiero decir que no están supeditados a una combinación exacta  de botones; si bien es cierto que existe un buen puñado de golpes programados, ninguno de ellos sufre con el mal de comenzar con uno y ser obligado a acabarlo aunque tu enemigo ya no se encuentre a tu lado. Siempre podremos cortar una combinación e iniciar otra a una velocidad y con una soltura únicas en el género. Observaremos a nuestro adversario y nos acercaremos a él con una carga a base de puños rápidos, si vemos que su reacción es recibir, iniciaremos un contundente pataleo, o mejor nos giraremos y pegaremos a su colega de al lado mientras el primero aún se resiente de los ataques previos. Cuando vemos que se esté recuperando, cambiaremos de arma equipándonos la katana con una ligera pulsación de botón y le acribillaremos con golpes nuevos; de pronto, descubrimos como el segundo enemigo levanta la zarpa y se prepara para asestarnos un golpe. Aquí llega la gran virtud de Bayonetta, la de ser capaz de incluir un par de apoyos a nuestras acciones a base de un botón para evadirnos y otro para mantener las combinaciones, los dos introducidos con un ritmo sobresaliente y cuyo dominio es la clave y la miga de este título.

La zarpa de la que hablábamos se abalanza sobre nosotros, con una veloz pulsación en el último segundo, nuestra bruja contonea su sensual figura y ejecuta una voltereta que nos sitúa a las espaldas de nuestro rival. La pantalla se vuelve violeta y se nos conceden unos segundos donde nuestra presa es totalmente vulnerable. La golpeamos sin compasión, ataques rápidos, ataques fuertes… para rematar, le hacemos tragarse un puño que lo hace volar por los aires, nuestra ventaja púrpura desaparece y saltamos para continuar administrándole su jarabe de palo. En el aire, volvemos a acribillarle a golpes hasta que la combinación de ellos remata ¿qué hacer entonces? Hacer uso del segundo apoyo: las pistolas de Bayonetta.

Las armas de fuego con las que contamos están previstas para dar fe a nuestro enemigo de que estamos en el campo de batalla antes de encontrarnos frente a frente y para lo más importante, encajar un combo con el siguiente. Con nuestro oponente en el aire, abrimos fuego, ganamos puntos e iniciamos una nueva retahíla de golpes que acaban por someterle.

En este orden de cosas, se introducen un par más de elementos para añadir intensidad a los combates a base de divertidos minijuegos machacabotones. Bayonetta cuenta con un demonio peludo que brota de mil formas de su cuerpo para darle apoyo en el combate. Cuando terminamos un combo, el pie del demonio toma la forma de, por ejemplo, su tacón y remata la jugada; si a quien nos enfrentamos es a un jefe final, contamos con numerosos finishers que corren a través de divertidas secuencias donde aporrear el botón de puño o patada. Mucho más interesantes son los instantes en los que nos enfrentamos a enemigos corrientes y el juego nos concede la posibilidad de rematarlos con un fatality cruel, sádico y tronchante. Hablo de someter a un ángel hembra a un potro de tortura donde sus pechos son sujetados por el látigo de pinchos de Bayonetta mientras más clavos se insertan entre sus piernas, castigarle las nalgas a un enemigo mientras una picota lo prepara para el guillotinazo final o ahorcar a un enemigo con un gancho cedido por nuestro demonio interior. Lo sé, no se puede molar más.

Una jugabilidad tan exquisita exige práctica y pide ser repetida. Cada rival cuenta con sus propios ataques, con sus técnicas y tiempos de ataques únicos, todos y cada uno de ellos poseen unas características absolutamente propias que exigen su conocimiento a la perfección. Es obvio que si creas un estilo de combate tan refinado como el que tiene Bayonetta, lo lógico es que tus enemigos no sean bobos y sepan como responder a tus embistes. El problema es la limitada variedad de tus rivales. Evidentemente no los he contado, pero podría afirmar sin equivocarme demasiado que no deben ser más de doce enemigos distintos.

Muchos pensarán que el abanico de culos a machacar es muy limitado, así como el de jefes finales, de hecho, algunos de ellos se repiten hasta tres veces pero yo insisto en que ha sido una decisión necesaria, sería mucho mejor incluir una mayor variedad pero el resultado final se resiente lo justo. El juego propone una acción vertiginosa, te exige precisión en tus golpes, recibir poco daño y ser veloz rematando a tus rivales para luego recompensarte en función de lo bien que lo hayas hecho. Si has sido un cateto, te darán un trofeo de piedra, con un tío cayéndose de culo y se reirán de ti, si ha sido un crack, el trofeo será brillante (sí, no sé de qué metal es, siempre acabo fatal las misiones); por lo que la repetición de monstruos finales y de fase son un continuo repaso para conocer mejor las habilidades con las que cuentas. Llega un momento en el juego, en los compases finales, en los que verdaderamente sientes que posees un control absoluto de la bruja, que cada botón que pulsas te devuelve lo esperado. Puede que la repetición sea mala, pero el cuerpo de Bayonetta y el del jugador acaban por volverse uno (no os pongais hentais, por dios) con una respuesta asombrosa y totalmente satisfactoria que nunca he sentido antes con ningún otro juego.

Las recompensas al jugador no sólo van de la mano de la jugabilidad, Rodin, regente de Las puertas del Infierno, se oculta tras la barra de un bar y sus gafas oscuras. Él será el encargado de cambiar los anillos recolectados por objetos, nuevas técnicas, nuevas armas, nuevos trajes y accesorios; anillos que se caen de los cuerpos de los enemigos derrotados, dando un descanso ya a tanta alma que se escurre de los rivales abatidos en tantos otros juegos. Un segundo de oración en la memoria de Sonic.

El coleccionismo que encierra el juego es sorprendente, así como los recuerdos que despiertan en el jugador veterano. Bayonetta tiene guiños a Out Run, Shinobi III, a Space Harrier, a Sonic e incluso a Super Mario Galaxy entre muchos otros. Las melodías del juego, eclécticas, japonesas y con ese tan oportuno remix de fly me to the moon ceden su protagonismo a otras de alma midi de 16 bits cuando el momento lo requiere, acentuando aún más esas ganas de regalar al jugador puro amor.

La pasión retro de Bayonetta no sólo se centra en el recuerdo. Las ambientaciones de las fases se estructuran de una manera casi aleatoria por mucho que un mapa se encargue de señalar nuestros pasos, el fondo de cada escena se rinde bruscamente a la siguiente del mismo modo que Mario comienza en un desierto y de repente anda dando botes en el polo norte. Existe también una absoluta linealidad en la aventura, pero siempre hay ese camino alternativo, ese mirar atrás o dejarme caer por ese puente para encontrar ese monitor reflejando una vida extra que en este caso tienen forma de cofres verticales, los enemigos finales también aparecen de repente, todos se empeñan en contarte algo y no deberían; aunque Bayonetta sabe como reírse de ellos metiéndoles una bala por el culo. Son gigantes, como siempre debería ser, y su punto débil es siempre una almorrana gigante que patear.

Especialmente memorables los encuentros con nuestra enemigo particular. Los combates con Jeanne, una especie de Dante femenina maquillada como el pallaso-villano Kefka son el examen a tanto estudio y repaso de cómo combatir siendo Bayonetta. Intensos, te obligan a estar siempre pendiente de las acciones de ella, a medir tus golpes, a estar siempre pendiente de sus cambios de técnica y golpes de espada, a estudiar con el rabillo del ojo el momento en el que esquivarla y cuando retroceder.

Personalmente, me descubro ante Platinum Games por su osadía y buen hacer, únicamente lamentando la innecesaria e insustancial historia y un abuso de sosas escenas de corte que sólo se salvan por el gran humor de la bruja protagonista, así como un exceso en el reciclaje de situaciones, que es cierto que son divertidas y necesarias para el correcto dominio de una pasmosa jugabilidad, ocupan demasiado en el balance total del juego. Con todo, un muy buen título y muy recomendable. 10 horas de puro placer. Bayonetta es como el Avecrem, todo concentrado y menudo sabor, y repetiréis. Por cierto, el juego sale el día 8 pero lleva en la Fnac desde el sábado (corred, corred)

Puntuación final: 85/100