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Dead to Rights Retribution es uno de esos juegos, de la clase a la que no le importa mostrar sus carencias, ni ocultar que es una amalgama de conceptos mejor o peor equilibrados porque no pretende pasar a la historia, ni ser el título que deseas por encima de otros sino ser una pieza de diversión evidente con muchos referentes de 16 bits.

 

Veo el título y no puedo dejar de pensar en Streets of Rage (Megadrive 1991), en sus calles oscuras y opresivas, así como en los movimientos violentos de su beat´em up que a veces se perdían en el aire cuando errabas al orientarte con el pad. También recuerdo, es inevitable, el genial Secret of Evermore ( Super Nes  1995) y la posibilidad de jugar tanto con el personaje principal como con su perro. Sigo investigando en el juego y descubro que, sobre esas bases, se le ha añadido un componente shooter: la cobertura habitual, el típico indicador sanguíneo circular que te señala desde donde te han herido, las redundantes disposiciones de cajas sobre las que saltar y la cámara al hombro para apuntar y disparar. Ésa es la esencia del título, divertir a través de la violencia provocada por las armas de fuego y por la de nuestros puños, sin mayor novedad que la de combinar con habilidad todo lo anteriormente citado pero ¿qué nos cuenta este Dead to Rights Retribution? ¿Cómo nos lleva el juego a querer aplastar a cada enemigo que nos encontremos?

Separado en diez capítulos, DTR:R nos mete en la piel de Jack Slate, miembro del cuerpo de policía, en su lucha contra un grupo terrorista y Riggs, su líder. Una historia tan aparentemente simple se enriquece gracias a una ambientación oscura y sórdida, que va muy de la mano del carácter de nuestro héroe, así como una manera de presentarnos la acción muy similar a la vista en Uncharted 2. El título arranca 36 horas después del inicio real de la trama para llevarnos de nuevo a él y devolvernos al punto de arranque; y sí, aquí también aparecemos heridos aunque sin tanto buen humor.  Dead to Rights tiene mucho del sabor añejo de los beat em up clásicos, aunque mega-dopado; en lugar de dividir nuestro avance por fases distintas numeradas, lo hace gracias a la trama, la diezma y nos brinda una puntuación al concluir cada una en función de nuestros méritos, invitándonos a repetir nuestras hazañas corrigiendo nuestros errores.  Del mismo modo que sucede con Heavy Rain, donde los colores, el clima y la arquitectura de la ciudad funcionan como un indicador obvio del estado anímico de nuestro personaje, en el título que nos ocupa emplean ese mismo recurso para sugerirnos la idea de que la historia a desarrollar no se basa sólo en avanzar y pegar, sino también en querer desenmarañar los hilos de una trama preparada para que el jugador se sienta sobrepasado por los acontecimientos. La ambientación con toques estéticos de cine negro, las calles deprimidas y el mal clima se unen a las hordas de enemigos dispuestos a abatirnos y a la sucesión de descubrimientos argumentales que pretenderán que todo se vuelva más opresivo; de nuevo, el super-poli capaz de derrotar a todo un ejército y a un malvado plan que es cada vez más malvado, sólo que ahora, a diferencia de las pelis de los 80, el poli se pregunta si será capaz de lograrlo.

El diseño de escenarios, además de tétrico, es amplio y voluptuoso, muy similar a la espalda del propio Jack Slate. El lugar donde nos enfrentamos a los peligros se amplia para permitirnos soltar puñetazos a nuestro gusto, todo transmite una extraña sensación de irrealidad, como si  los elementos en pantalla fuesen tan forzudos como nosotros, tan torneados como nuestros propios músculos. Por ello, la ambientación es como el propio título, irreal, muy arcade y con un paño gris y malévolo que flota por el aire, un paño que apesta a corrupción.

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Como dijimos al principio, existe una unión entre el “yo contra el barrio” más básico y los disparos de un Gears of War con el juego que puede dar llevar a un compañero de equipo tan especial.  Entramos en combate disparando y con la espalda cubierta por nuestro perro, nosotros abatimos a uno y las fauces del cánido hacen lo propio con su compañero. Avanzamos un poco más y nos encontramos con un grupo de malhechores a los que vamos a estropear el día. Nos cubrimos, disparamos, ataca Shadow, nos levantamos y saltamos a la acción. La diferencia primordial del sistema de combate con respecto al título de Epic o a Mass Effect, por ejemplo, radica en cómo nos enfrentamos al enemigo en el momento en que no disparamos. Lo que en Gears of War se consigue con una  sencilla carga que es un codazo o el ataque de una motosierra o en Mass Effect con el empleo de la magia, en Dead to Rights Retribution pasa a ser la parte más característica. El nexo entre shooter y beat´em up se consigue de una manera tan sutil como robándole, mediante el cuerpo el cuerpo, el arma a nuestro enemigo, siendo éste el modo de obtener nuevas herramientas de muchi-matar. De una forma tan sencilla, el juego dota de fundamento ambas mecánicas para que funcionen.

El combate en sí peca, quizás, de demasiada brusquedad y en unas físicas que dan la impresión de que somos muñecos pegando a otros muñecos, sensación que se magnifica cuando tu rival está mirando para la pared y nosotros intentamos fijarnos en élpara pegarle, fallamos, nos reorientamos y entonces sí. La lucha está enfocada hacia la espectacularidad  y a la inmediata satisfacción de un jugador sin ganas de pensar mucho, con planos cercanos, tiempo bala en los golpes finales y combos preprogramados, buscando siempre asestar una combinación rápida a un rival e ir a por otro. Al haber varios enemigos a la vez en pantalla surge un horripilante problema que se repite una y otra vez en los títulos de este género: los rivales esperan pacientes para pegarte. Para intentar que este error no se haga tan evidente, los combos se producen de manera acelerada, para atender con la mayor velocidad posible a nuestro siguiente contrincante, habilitando también pequeños golpes para asestar a quien nos flanquea mientras acabamos de rematar a quien tenemos enfrente. Las escabechinas físicas tienen más peso en el juego que las consistentes en disparar, siendo estas últimas a veces reducidas a una carta de presentación “¡Preparaos que ahí vamos mi perro yo, grupo de cuarenta soldados armados con armaduras bióticas!” El ejército debería invertir más en tipos en camiseta con ganas de repartir hostias y perros con pinta de lobo en lugar de tanta nanotecnología. Pero ésa es la gracia de Dead to Rights, resultar increíble, tanto o más que Rico Rodríguez en Just Cause 2. Los enemigos están para que les destroces la cara, les robes el arma, tomes su cuerpo y lo uses como escudo mientras tu perro devora a quien te está disparando; y a otra cosa. En ese sentido, el título que Namco Bandai nos traerá el 23 de abril, consigue lo que se propone, tiene un montón de detalles feos pero siempre apetece destrozarle el pecho a un tipo, robarle su escopeta, destrozarle con ella las rodillas, apuntarle a la cabeza y  reventársela de un tiro tras verle suplicar. Es también muy acertada la inclusión de momentos en los que controlaremos a Shadow, donde el sigilo se une con una mayor exploración y una forma distinta de enfrentarse a la acción. Un entretenido entremés para Ps3 y Xbox 360 antes de la llegada de Alan Wake, Lost Planet 2, Mafia II y todo lo demás. Queda por descubrir  el interés que puede llegar a alcanzar su guión, así como comprobar si la propuesta jugable se sostiene tras una partida continuada; aunque también le preguntaría a la desarrolladora por qué no ha incluido un cooperativo en el título. Es la generación del online y contábamos con mejores cooperativos cuando no teníamos ni teléfonos móviles.

 

Primera impresión:

Pobre    Normal     Interesante    Prometedor     Futura obra maestra